Tenía la idea de que ese año no iría
al Rocío porque tenía que quedarme en Huelva, trabajando en la obra que tenía la empresa de
mi hermano.
Pero yo sabía que la Señora podía hacer un milagro. Así fue una llamada de
mi hermano: ¡Pepe te vas a Sevilla, recoges a tu mujer y te vienes al Rocío! Me
tienes que ayudar a organizar, porque tengo muchos invitados y tú eres el que sabe
de esto. Llegué y en buen rato ya estaba organizado.
Allí en la casa había gente de
mucho peso y por todos lados había escolta. Pero aquello era una bendición,
unos invitados muy educados y que trataban muy bien a todo el mundo. Aquella
casa se convirtió en una gran familia que todo éramos iguales. Me gustaría
decir que viva la “Blanca Paloma” que pone las cosas en su sitio.
En esta casa pasaron anécdotas de
mucho arte, nunca se le negó a nadie de la calle un plato de comida, porque
para eso mi hermano tiene un corazón de oro y es muy generoso.
Recuerdo que entraban y salían muchos
artistas por lo que no faltaba en ningún momento cante y baile de todos los
palos del flamenco. Nos visitaban también conocidos poetas de Huelva, Isla
Cristina y Sevilla.
Un día estando en la puerta de la
casa viendo pasar a los caballistas, yo estaba acompañado de un cuñado del
Presidente del gobierno Sr. D. Adolfo Suarez y que era su secretario particular.
De pronto me dice: Sr. Pepe (que así me llamaban todos en la casa) mira que
caballo más bonito. Yo me quedo mirando al jinete y veo que lo
conozco, era un antiguo compañero de una obra. Lo llamé y los
tres tomamos una copa. Este hombre nos invita para que nos paseáramos en el
caballo por el Rocío. El cuñado lo montó y yo me quede tomando una copa con el
dueño del caballo. Me comenta que había traído el caballo al Rocío porque quería venderlo. Me dijo que tenía
problema en casa desde que se fue de nuestra empresa. Yo de momento le dije: el
lunes estoy yo en la obra ¡así que ya tú tienes trabajo!
Cuando volvió el caballista solo
eran piropo para el caballo y entonces le dije: si te gusta tanto el caballo cómprelo.
Y desde ese momento me convertí en el corredor de esta operación. Le pregunté a
uno ¿tú quieres comprar? Y al otro ¿tú vender? Pues hecho, ¿tú qué quieres por
el caballo? y ¿tú cuanto ofreces? Pues dale la mano a este hombre y trato hecho. Tú
que compras te metes la mano en el bolsillo y le das a este hombre 100 pesetas en
señal. Me dice: yo lo compro pero no tengo ahora 100 pesetas. Yo le digo: bien
yo te la empresto y no se hable más la operación ya esta cerrada.
Todos los invitados presentes terminaron
con una ovación. El comprador y el vendedor se dieron un abrazo. Nos tómanos
unas copas y el comentario en la casa ese día fue de este caso curioso que paso
en el Rocío. Al cabo del tiempo vino a mí el vendedor y me dijo: Pepe toma este sobre que es la comisión del trato
que tú hiciste y que yo he respetado porque es tuya. Yo le dije que yo no le
cobré al comprador y claro no le iba a cobrar a él, porque yo lo trabajé con
gusto y ya estaba pagado.
Otro caso fue que un poeta de
Isla Cristina que dormía en una mecedora como la de mi abuela. Este artista por
la noche cuando dormía no roncaba, pero se llevaba toda la noche diciendo poesía
en voz alta. También decía que los invitados se despertaban y le ponían una botella de aguardiente a su lado para
cuando se despertará. Unos de los días me dice: esta tarde quiero dedicarles
una poesía a todos los invitados, porque ellos no me han escuchado nunca. Lo
que no sabía que ya se sabían todos las poesías de memoria.
Otro fue que yo cuando me vine de
Huelva para el Rocío, me traje a dos hermanos que trabajaban en la obra y que
eran muy competente para ayudar en la casa. Uno de ello que se llamaba Manolo, tenía
la gracia de leer las manos de las personas. Así que Manolo estaba en la casa
rifado. Yo le pregunto ¿Manolo como estas hoy? Me contesta: fatal Pepe ayer cogí
más manos que una olla de menudo.
Recuerdo de una reunión que entre
ellos algunos eran familiares míos y que también estaba Carmina Ordóñez. Y le dijo
a Manolo ¡léeme la mano! Le miro la mano y la soltó, le dice: no por Dios que
tiene mucho que leer aquí hay para tres Rocío. Le dice Carmina: ¡bueno solo de
amores! Manolo le dice: de amores tiene para llenar los depósitos de la Campsa
y me voy porque tengo que hacer mucho en la cocina. A esta reunión le puse una
copa y una fuente de mojama tan grande que me dijeron: ¡esto es mucha comida
hombre que le vas a poner a los demás!. Me fui para la cocina y vuelvo con varias barras de mojamas tan grandes que parecían fusiles.
Podéis imaginar lo que pasó con las
barras de mojama, empezaron a hacer la instrucción militar. Eso se puso de moda
en la casa y un poeta se acordó de una marcha militar pero le cambio la letra:
Soldado de Nápoles que va a la
guerra,
si mueres comiendo que buena mojama.
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