¡Qué pronto hace una familia un grupo musical! Sin ensayos para darle alegría y
animar su hogar, que no se pierda esta costumbre tan bonita, porque esta fiesta
no es solo para comer, que luego vienen los comentarios: “tú estas fiestas te
ha pasao” o “madre mía lo que has hecho con tu cuerpo” y que siempre le echamos
la culpa a los familiares que nos ponen esos polvorones de cemento.
En
todas las casas que uno visita ponemos lo mismo, fiambre,
marisco, ave de corral y la gran bandeja de dulces navideños ¡pero queremos inventar algo nuevo! Que todo engorda
mucho.
Permitirme recordar un poco a mi padre, será el tiempo pero me vuelvo melancólico y como
fue un gran padre y le gustaba mucho estas fiestas, siempre me acuerdo de él,
seguro que estará disfrutando desde el cielo escuchando mis anécdotas. Recuerdo
cuando paseábamos por la Encarnación en esos puestos que había de pavos vivos, cuando le decía al dueño: pésame
ese del moco “caío” que yo se lo voy a limpiar, o el pollo del campo, también esa
gallina para hacer el puchero para arreglar un poco los cuerpos. Si mamá estaba
embarazada, entonces los turroneros vendían el rico turrón en un carro o
bandeja, un bloque grande que te
cortaban con un hacha lo que tu querías, como me viene a la memoria lo bueno
que estaba el turrón de almendra de Alicante
Ya
pasaron los tiempos y también los menú, a mí me encantaba ir a Huelva en busca
de las gambas blancas y el surtidito de pescado, pero también me casé y cambié de plaza como en los toros, luego me fui a Sanlúcar de Barrameda, en esa plaza
de abastos pequeña pero bien surtida, que allí a la entrada a la derecha hay
una pescadería que tiene los mejores mariscos y pecados de Sanlúcar. Entre ellos
los ricos langostinos y si la cosa esta mala ¡pues entonces la galera! Este puesto no
tiene perdida, yo voy de Sevilla a comprar desde hace muchos años y me llama la
atención que tiene una lata de pintura de “Las Gotas” de una fábrica sevillana
que se llama National Paint, esto que le digo pasa los años y la lata de
pinturas siempre está allí. A mí me llamo la atención porque es la pintura que
pinto mi hogar, creo que al “pescaero” le traerá suerte o le sirve de santo y
seña. Particularmente cuando mando a muchos amigos le recomiendo que se fije en
el detalle de la lata, siempre le digo que donde está la lata están los buenos
mariscos. Por cierto que este puesto sale mucho en televisión y en mí casa nos reímos
y comentamos: Ahí es donde compramos el marisco ¡qué está la lata de pintura de
la gota!
En
mi casa caso no ha cambiado mucho la tradición, ya por mi edad no me meto en la
cocina como quisiera, pero nos reunimos toda la familia incluido la ninfa y porque
Dios quiere que no falte nada, siempre se lo he inculcado a mi familia para que cuando falte algún día sigan con la tradición,
que nunca nunca debe faltar. Es un momento inolvidable, tiempo
de amor y de paz, por supuesto de melancolía de mirarnos a los ojos y recordar con cariño a lo que nos están.
Me
acuerdo mucho cuando venían por Triana esos coros de campanilleros. Recuerdo a Los
de Bormujos y ese coro aflamencado del barrio Voluntad que dirigía Adolfo El
Sevillano, también alguno de chavalillos jóvenes que cantaban por los bares y
por los patios de Triana. Ahora es precioso también cuando el centro se llena
de coros y siguen manteniendo la tradición por toda Sevilla.
Esta
fiesta que es muy familiar y entrañable, aunque a muchas personas no le gusta,
bien porque le trae recuerdo de algún familiar o por cualquier otro motivo, yo
esto lo respeto porque es verdad, pero yo hoy en día disfruto de ver a los jóvenes
de la familia pasarlo bien, que coman de capricho lo que le gustan ¡pero que
este bueno! Para que algún día recuerden a sus abuelos cada vez que lleguen estas
fiestas.
Por último no todo el mundo va a poder disfrutar de una Navidad como la nuestra. No
dejo de recordar a las familias de escasos medios y enfermos de países con
pocos recursos. Estamos pasando muchas dificultades económicas y tendrán que
conformarse con la ayuda que le va a llegar, esta es una bonita
época para pensar en ellos, no acordarse solo en Navidad, sino todo el año para que
algún día podamos felices todos juntos disfrutar del nacimiento del Niño Dios.
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