Un día de toros en el Puerto de
Santa María era una cosa muy especial. Me alegro mucho de haberlo conocido.
Ese día todos en el Puerto disfrutábamos
de esta fiesta. Desde por la mañana no se escuchaba otra frase que: ¡a los
toros! Los vendedores con el pregón de “avellanas de los toros”, el ambiente de
los forasteros. Trenes especiales de Sevilla. El vaporcito que no paraba de
traer aficionados de Cádiz. Recuerdo a gente de Jerez que se venían andando por
la Trocha.
Esa calle Larga que yo he visto a Belmonte y
al Gallo sentado en la terraza de la Fuentecilla, a todos
los aficionados y periodistas en la Antigua de Cabo y en el Bar Paboni.
Como recuerdo a mi tío Manuel (El
Carbonero) en la Perdiz atendiendo a los forasteros y que después se iba con su
amigo Maximino a comer al Resbaladero, y de allí a los toros.
Los aficionados tenían la
costumbre de ver salir a los toreros del Hotel Loreto cuando salían para la
plaza. Recuerdo un día muy especial en el que me encontré con Antonio Ordóñez y le pedí si le quedaban entradas,
miró al mozo de espada y le dijo: ¿te quedan algunas? Le contesto: si, y con un
trato muy amable le contesto: pues dale una a este muchacho. Esto al
cabo de los años se lo recordé a Ordóñez cuando venía al Morapio, que por
cierto le preparaba muchas madruga cuando venía de torear, esas sopitas de ajos
con dos yemas que tanto le gustaba.
Y siguiendo con mi Puerto, a la
hora de la corrida los aficionados, por esa calle Santa Lucia, por San Bartolomé,
por todas las calles que se llegaban a la Plaza y por el camino las voces “a
los toros, a los toros del Puerto".
En la puerta de la plaza vendían
la visera, las avellanas de los toros y dentro de la plaza ofrecían pregonando
fino Amigos, Manzanilla Maruja y otros vinos del Puerto ¡pero muy fresquito! Y como
refresco el agua fresca de los aguadores con cantaros. Unos pregonaban y decían
casi cantando: Agua del Tempul de Jerez, otros decían aguas de las Galeras del
Puerto.
¡Que de recuerdo y no lo puedo
aguantar se me pone la piel de gallina! Hablé muchas veces con Manolo del Pino
(El Niño del Matadero) y con su hermano Miguel Del Pino y que tuve el placer de ir a
la corrida de su alternativa en Algeciras, su padrino fue Manolete y ya no digo
más que soy del barrio de Triana, pero por mi Puerto de Santa María ¡yo muero!
Para terminar, y como no podía
ser de otra forma tenía que acordarme de mi padre. ¡Que le gustaban las vísperas
de corridas al desencajonamiento! Aquellas
rifas de cajas de vino o jamón y las del toro de oro.
Con mucho cariño que bonito era un día de toros en el
Puerto.
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